La producción porcina brasileña es reconocida mundialmente por su alta productividad, pero esta excelencia conlleva desafíos, especialmente relacionados con el ambiente, la sanidad y la nutrición de los animales. Las fases de maternidad y destete son particularmente críticas, requiriendo cuidados específicos para garantizar el desarrollo saludable de los lechones y la eficiencia reproductiva de las cerdas.
En la maternidad, el enfoque está en garantizar la inmunidad de los lechones mediante una colostrada eficaz y en promover un microbioma intestinal saludable a través de manejos y estrategias nutricionales adecuadas. En el destete, los desafíos incluyen el bienestar, el comportamiento, la sanidad y la nutrición, elementos fundamentales para el crecimiento equilibrado de los lechones.
El cuidado de una buena camada comienza incluso antes del parto. La cerda debe ser trasladada al corral de parto unos días antes de la fecha prevista, recibiendo un manejo nutricional adecuado y tiempo para adaptarse al entorno. Al igual que en la naturaleza, donde las hembras porcinas construyen nidos, es esencial que las cerdas se sientan seguras y cómodas. Nutricionalmente, se recomienda una reducción gradual de la ración, culminando en una porción mínima el día anterior al parto, para evitar que el tracto gastrointestinal sobrecargado perjudique el nacimiento de los lechones.
Un indicador de la proximidad del parto es la expulsión de leche por parte de la cerda, observable hasta 12 horas antes. Esta señal permite que el equipo se organice para prestar asistencia, crucial para la supervivencia de los lechones. La inducción del parto debe restringirse a un máximo del 30% de las hembras y realizarse solo después de 115 días de gestación, priorizando siempre a las cerdas con antecedentes de partos difíciles.
Los corrales de parto deben estar limpios, secos y equipados con lámparas de calefacción o mantas térmicas ajustadas a 36–38 °C. El proceso de parto dura, en promedio, de dos a seis horas, con intervalos de cinco a veinte minutos entre nacimientos. Es necesario intervenir si estos intervalos superan los 40 minutos, utilizando técnicas como el movimiento de la cerda, masajes abdominales o, en casos más graves, palpación intracervical bajo estrictas medidas de higiene.
Después del nacimiento, los lechones deben tener las vías respiratorias despejadas, secarse, calentarse y tratarse el cordón umbilical con una solución de yodo. La lactancia con calostro durante las primeras 24 horas es vital para la inmunidad de los lechones, ya que los anticuerpos no se transfieren a través de la placenta porcina. Cada lechón debe consumir al menos 200 g de calostro en su primer día de vida.
Los primeros días incluyen procedimientos como la aplicación de hierro dextrano el tercer día para prevenir la anemia. Los lechones pasan por un corte del tercio final de la cola para evitar el canibalismo y heridas graves. La castración de los machos, común en muchas producciones, generalmente se realiza mediante inmunocastración.
La introducción de creep feeding (alimentación complementaria para lechones) a partir del día 17 de vida es una práctica esencial para el desarrollo intestinal y la transición a la dieta sólida. Las primeras dietas deben ser altamente digestibles, con ingredientes de alto valor biológico y tecnologías que favorezcan la absorción de nutrientes. Cuando se ofrece en forma de papilla, es crucial mantener una estricta higiene en los comederos.
El manejo sanitario comienza con la limpieza y desinfección de las salas de parto, seguidas de un vacío sanitario para minimizar la presión de patógenos. Las medidas de bioseguridad son indispensables para prevenir la propagación de enfermedades, incluyendo el control de vectores y el monitoreo de accesos a las instalaciones.
Con los mercados globales restringiendo el uso de antimicrobianos como promotores de crecimiento, las prácticas de manejo integradas con tecnologías naturales, como aceites esenciales, ácidos orgánicos, probióticos y prebióticos, se vuelven imprescindibles.
Por último, se debe garantizar el bienestar animal, incluyendo el confort térmico. Mientras que las cerdas requieren una temperatura ambiente máxima de 22 °C, los lechones dependen de mantas térmicas o lámparas para evitar aplastamientos. Una ventilación eficiente en las salas de parto también es fundamental para eliminar gases tóxicos y mantener un ambiente saludable.
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